martes, 29 de enero de 2008

Preludio

Preludio
(Del lat. praeludĭum).
1. m. Aquello que precede y sirve de entrada, preparación o principio a algo.
RAE
Eso es Madrid esta semana: preludio de un cambio, de una nueva etapa, de un camino con destino claro; de un viaje de ida y vuelta.
Una de mis canciones preferidas de siempre "Le vent nous portera", a la que creo que ya he hecho mención en este blog, empieza así:
Je n'ai pas peur de la route
Faudrait voir, faut qu'on y goûte
Des méandres au creux des reins
Et tout ira bien
Le vent l'emportera

Y así exactamente me siento yo. No le tengo miedo al camino, porque lo conozco; y ya veremos, y ya probaremos; y todo irá bien, porque el viento lo llevará con él.
Hace un par de días, en Madrid, volvía a la casa donde me estoy quedando y me puse a pensar en Praga. Me puse a pensar en cómo empezar a describir este viaje en este blog, no sé si para que alguien lo lea, quizá más para relatar el camino y que quede constancia de él. Para ir recogiendo el polvo que vaya levantando al andar y hacer montoncitos que se convertirán en tierra donde sembrar. Sembrar plantas que se conviertan en árboles, plantas que nunca crezcan, plantas bonitas pero efímeras, con sus malas yerbas, que también forman parte del ciclo.
Cuando decidí que lo titularía "preludio", todavía no había visto que M había vuelto a escribir. Y que su última entrada llevaba por nombre "epílogo". Pero el epílogo es siempre la conclusión de algo, e irremediablemente el inicio de algo nuevo. Y M y yo vamos a iniciar una experiencia que se parece mucho, aunque las circunstancias, los tiempos y los motivos sean muy distintos.
Necesitaba venir a Madrid. Necesitaba hacer una parada intermedia entre Bruselas y Praga. Algunos me han preguntado que por qué no Barcelona. Pues porque Barcelona no hubiera sido una parada intermedia, hubiera sido una prolongación de Bruselas o una prolongación de Praga.
Aquí, en Madrid, he visto a gente que quiero, a gente que no me importaría querer, a gente que se deja querar, y a gente que quería que me dejara querer. Todos son ingredientes necesarios de nuestra "masa elaborada".
Hacía tiempo que no salía hasta las tantas, y ahora sé por qué, cuanto más se alarga la noche, más se alarga el periodo de recuperación al día siguiente. Pero me ha gustado, me ha gustado ver que tampoco me pierdo nada. Que los empujones, pisotones, resacones, gritos y sordera no son necesarios para sentirse feliz. Que una pregunta indiscreta rompe el hielo, y que una sonrisa a tiempo bien vale una invitación a comer.
También me he dado cuenta de que no sé comprar ropa, y de que me equivocaba al pensar que era ridículo que la gente pagara a alguien para que le ayudara en tan difícil tarea. A mí me salió gratis, pero vaya por delante mi reconocimiento a la gente con gusto.
Madrid ha sido hasta ahora sol, bocadillos de jamón, martillos percutores a las 8.30, restaurantes occidentales con comida asiática, gente guapa, cine, risas, gente simpática, premoniciones alentadoras, violencia involuntaria, largos paseos, gente venida de fuera. Madrid han sido unas vacaciones merecidas. Y Madrid es el preludio de la obra que está a punto de empezar. Tiene que acabar con una ovación, es la hora de actuar.