martes, 29 de diciembre de 2009

Los colores de(L) aura

No todo el alcohol deja resaca. Algo tendrá el vermú que sirven en La Penúltima que al día siguiente no deja las meninges hechas un trapo y la lengua como una rodilla después de "hacer sábado". No, ese vermú tiene algo. Quizá el ambiente que le acompaña, una oscuridad que no molesta, que te hace sentir tranquilo y te deja ver. Una especie de Central Perk pero nada televisivo y mucho más "moderno". Unas sillas de matar la espalda y unas mesas de destrozar las rodillas y las espinillas, pero tampoco hay mucho sitio para más. Unos lavabos que gritan, con muros llenos de verdades, algunas a medias. Llenos de fotos de hombres feos desnudos sacados de revistas que no están en esos kioscos fabricados en serie y sacados de un catálogo de Ikea. Sofás que soportan piernas entrelazadas con toqueteos inocentes y alguna que otra caricia intencionada. Sofás que sirven como atalayas para observar a visitantes con camisetas naranjas que exigen una concentración especial. Kleenex de colores para adivinar el futuro, con predicciones que se acercan más a anhelos que a destinos por llegar. Unos camareros de aquí se fía ahora y mañana también, de confianza en el antiguo "te lo apunto". Camareros con aire de Harry Potter pero de incompatibilidad confesa, que cambian hoy sí y mañana también. Un bar que pertenece a Dani y a Daniel: el primero nunca ha estado, el segundo quiere estar siempre; que comparten un nombre y una ciudad pero que no se conocen. Un bar que se ha convertido en un símbolo, que cierra y echa con delicadeza. Que suaviza la despedida con un trago corto. Yo quiero uno en Bruselas.

viernes, 11 de diciembre de 2009

¿Amor?, ¿dónde?

Tras una bandeja de comida a medias. Detrás de una puerta entornada entre la coincidencia y el propósito. En una mezcla de lenguas o en un beso inocente que se acerca cada vez más a los labios. En un ascensor que, ironías de la vida, no se para entre dos plantas; la vida es una película, pero sin guión. En la puerta de enfrente soñando que la próxima vez será la definitiva. ¿Por qué encontramos pruebas de que en realidad no existe pero cuando se presentan ante el juez para que dicte sentencia misteriosamente desaparecen? En unos fotogramas de gentes imposibles. Pocas cosas hay en el mundo tan potenciales como el amor. ¿Dónde está la realidad y la percepción de la realidad? Detrás de unos ojos bonitos de mirada intensa. ¿Por qué es tan efímero cuando en el fondo queremos que sea eterno? ¿Por qué es tan contradictorio? ¿Por qué plantea tantas preguntas y no da ninguna respuesta? ¿Por qué me has seguido con la mirada cuando salía? ¿Eras tú? ¿Dónde?

domingo, 22 de noviembre de 2009

Sol traicionero

Sol a traición, de caramelo en la boca escupido a la mitad, de estatura baja que deslumbra en el camino, de ausencia de vientos y aguas nocturnas. Sol de despiste, de más dura será la caída y de calor a medias. Sol de otoño en primavera. Primavera que no precede al verano, sino al invierno. Sol traicionero que alegra. Sol para guardar en las pilas del alma. Quédate un poquito más, no me dejes todavía, necesito más luz. Sol de chaqueta sí, chaqueta no. Sol de secar a medias los charcos. Sol que sólo calienta la superficie. Sol de poder esperar en la calle. Sol de amante casado. Quédate más.

martes, 21 de julio de 2009

El mar me dijo

Millones de miradas furtivas ahogadas en el mar, devueltas con las olas, expulsadas con la espuma, matando silencios haciendo ruido y despertando sueños perdidos que nunca se harán realidad. Ritmo constante de sal invisible mezclada con arena. Granitos frágiles de forma perfecta imposibles de atrapar. Olor de aire mojado, brisa suave del mar. Sombra alargada de luz artificial abrazada por el arco del agua. Llévate mis deseos y devuélveme la realidad.

lunes, 9 de marzo de 2009

Y todo encajó

Todo ha encajado. Mi insomnio inicial me ha hecho ver que tenía que cerrar el capítulo, que se había alargado demasiado y que era necesario empezar el siguiente. Te he escrito el mensaje con el corazón, y quiero todo lo que te pongo en él. Ahora me siento bien, ahora estoy contento porque por fin puedo pensar en ti y dibujar una sonrisa. Tenía razón: domingo, raro domingo. Lleno de señales que me van indicando el camino. Fin y comienzo.

domingo, 8 de marzo de 2009

Domingo, raro domingo

Has aparecido a traición, confundido entre billones de bits circulando a la velocidad de la luz y dejando fronteras difusas entre cables de teléfono. Y de alguna forma lo he presentido, el toc toc del facebook ha sonado diferente. Eras tú. Tengo que reconocer que me he puesto nervioso. Me has pillado en un momento de defensas emocionales bajas, de un corazón con un par de rasguños que ni siquiera precisan tirita para curarse pero que escuecen. Me has hablado de ti, con tus faltas de ortografía, y eras tú. Te podía ver sentado en la silla delante de tu ordenador. Me has dicho que has pensado a menudo en mí, y que era momento de volver a hablar. Y yo tecleaba balbuceos con una mezcla de alegría por ser tú el que me llamaras y de pavor por ver que esto todavía no ha terminado. Que todavía me late el corazón más rápido cuando te noto cerca.
Mi cerebro había empezado a procesar tu información sigilosamente, escondiendo los expedientes de nuestro amor imposible en los sotanos más profundos de la memoria. El corazón protestaba, pero el cerebro aplica siempre una política de hechos consumados ante la que es imposible apelar, sabe que al corazón sólo le queda resignarse porque se ha quedado sin argumentos. Toc toc, sobresalto entre las neuronas, crisis, el corazón bombea más fuerte y coge aliento, y vuelve a hacerse con la situación. Pero es una batalla perdida.
Sientes que no soy yo, que no estoy del todo bien hablando contigo, pero yo miento. Los géminis somos así, somos muy honestos, pero cuando se trata de nuestros sentimientos, nos convertimos en mentirosos compulsivos. Me hablas de él, primer golpe bajo, y no lo puedo resistir, y te digo que no me hables de él. Sé que es importante para ti, y sé que te gustaría que te escuchara hablar de él, y que te diera consejos... pero no puedo, no me sale, ni siquiera mintiendo.
Como no quiero que te alejes otra vez, intento enderezar la situación y cambio de tema, pero seguramente ya te has dado cuenta de que todavía no estoy preparado, y tienes razón, miento cuando te digo que quiero verte, porque sé que no me conviene. Has sido lo mejor que me ha pasado, y al mismo tiempo lo peor, porque ahora busco otra vez desesparadamente sentir lo mismo que he sentido por ti; y me estrello contra muros de varios metros de espesor una y otra vez.
Este domingo ha sido raro. Es un domingo llego de señales. De señales que me dicen que acabo de torcer en mi camino, y que muchas cosas quedan atrás, y ahora viene lo bueno, lo que me hará sentir bien de verdad. Ven pronto porque quiero verte, aunque me duela. Quiero verte.

martes, 17 de febrero de 2009

La tentación

La tentación de hablarte a 120 pulsaciones por minuto, la tentación de ver la foto que te hice a medias en la ciudad que me acabó de robar un sueño, la tentación de esperar sentir una señal de cariño oculto y no manifiesto.

La tentación de tocarte aunque sólo sea entre bits y ruido, la tentación de susurrarte cosas al oído para que te rías, la tentación de querer verme atrapado en tus ojos, la tentación de ver tus faltas de ortografía en inglés.

La tentación de engañarme a mí mismo y pensar que no estoy equivocado, la tentación de querer besarte los labios con los ojos cerrados, la tentación de volver a verte otra vez al volante de mi coche.

La tentación de despertarme a tu lado y salir sigilosamente de la cama para no despertarte, la tentación de despertarme a tu lado y abrazarte, la tentación de darte un beso puro en la espalda y notar que te estremeces.

Es la tentación la que me ha llevado a hablarte esta noche, y después de un momento de duda me has contestado... Y te has despedido con un "have fun!", y no sé si no te atreves a más o ya no te sale. A mí sí me sale más, pero me lo callé. Me callé ese beso que seguro sentiste, y me mordí los dedos para no teclear un triste "I miss you", aunque sea sincero.

No te preocupes, todo irá bien.

domingo, 1 de febrero de 2009

Se hace camino al andar

Poco a poco se va perfilando un camino, tenue al principio, borroso al final. Con unas piedras que me marcan los bordes, y que a veces se pisan y se clavan en la planta de los pies. Un camino lleno de polvo, pero grueso y seco como la arena del mar, por lo que resulta fácil sacudírselo aunque siempre queden restos en los rincones mas imposiblemente accesibles.
Doy unos primeros pasos torpes, pero decididos. Sé que no puedo mirar hacia atrás. Que el camino recorrido no cambiará por mucho que lo mire, lo analice, lo descuartice y lo intente rehacer. Pero una fuerza insospechada me tira hacia delante, porque cualquier tiempo futuro será mejor, porque significa que llegamos. Yo llego, poco a poco, déjame tiempo, un poquito más, tengo que asegurarme de que no doy pasos en falso, aunque ningún paso es en falso cuando se avanza. Los pasos en falso son los que se dan hacia atrás. Y acabaré corriendo, y saltando y haciendo piruetas, porque todo lo que al principio es tenue y borroso al final se hace más claro a medida que uno se acerca.
Acompáñame en este camino, necesito compañía, los viajes solos son divertidos al principio, luego se hacen pesados. Dame la mano, agárrala fuerte y estira de mí cuando me falten las fuerzas. Prometo hacer lo mismo.
Avanzo, pokito a poko...

viernes, 30 de enero de 2009

Son los ojos

Son los ojos, siempre los ojos. Dos bolas sin consistencia suficiente, de deslizamiento perfecto, de blanco nuclear y manchas de colores. Que miran y se clavan dentro de ti. No puedes escapar, te atrapan en un brillo invisible que te rodea hasta asfixiar el alma y dejar sin aliento la razón. Que buscan en el infinito y no encuentran fin. Te persiguen sin apenas moverse, enfocando con precisión y deshaciendo tus defensas. Azules, verdes o marrones, o la mezcla de todos y ninguno cuando son negros. Que reflejan lo mejor y lo peor de ti y se quedan con la imagen dentro sin poder tocarla. Que dejan escapar lágrimas a borbotones o con cuentagotas. Que expresan miedo y valentía, alegría y desolación, o lo peor, indiferencia. Que en su imperfección son perfectos y que no necesitan nada, sólo un agujero que se abre y se cierra, mecanismo sencillo de una maquinaria imperfeccionable. Dame tus ojos, quiero hacerlos míos para ver lo que tu ves. Dame la luz que se refleja en esa paleta imposible de colores.
Son los ojos, siempre los ojos.

domingo, 11 de enero de 2009

Ya no

Me pediste que saltara. Yo miraba desde lo alto, y veía la distancia que me separaba de donde estabas tú. Las ganas de saltar estaban ahí, pero me daba miedo. Siempre he sido muy miedoso. Siempre he pronosticado grandes catástrofes que nunca se cumplen, siempre he tenido miedo de equivocarme y no poder dar marcha atrás. No tenía paracaídas, pero da igual porque si lo hubiera tenido no me habría fiado de que fuera a funcionar. Fallan en muy raras ocasiones, pero yo estaría convencido de que me iba a tocar a mí. Y seguí mirando desde lo alto. Te veía sonriendo, te veía mirándome con esos ojos que parecen sacados de otro mundo porque aquí no existen cosas tan bellas. Algo me empujaba a acercarme cada vez más al borde. Me decías sin palabras que no tuviera miedo, que ibas a estar ahí para recogerme antes de que tocara el suelo, que me salvarías con tus brazos fuertes, y toda la adrenalina liberada se convertiría en endorfina una vez hubiera aterrizado. Me tumbé en un par de ocasiones al borde y alargué los brazos para tocarte. Y lo conseguí. Sentí el tacto de las yemas de tus dedos y se me erizaron los pelos de cada centímetro de mi piel. Una electricidad que se desparrama por el cuerpo en ausencia de cables y que fustiga cada célula con una sacudida de vida que deja muerto. Sentía una fuerza cada vez mayor que me empujaba hacia el borde y a veces clavaba las uñas en la tierra intentando contrarrestar esa fuerza, que me arrastraba irremediablemente hacia el límite del vacío lleno de ti. Y gritabas, y pedías que saltara, pero lo hacías sin palabras, sólo con las chispas que salían de tus ojos y que me cegaban aunque cerrara mis párpados para no verte y escapar a toda influencia que no fuera la de mi razón. Una razón en horas bajas porque atisba la batalla perdida frente al corazón, que está ciego y está en una presa sobrecargada y llena de grietas.
Cada vez mi cuerpo está más cerca del filo, y la gravedad empieza a hacer su trabajo. El corazón ya ha ganado, el corazón ya ha pedido que salte, que no tenga miedo, que todo irá bien, y que una vez abajo encontraré el camino. Poco a poco una paz anhelada desde hace tiempo se apodera de mí, y me hace flotar sin estar suspendido, y tú miras como lentamente mi cuerpo va basculando hacia ti, como poco a poco se deja colgar en el vacío y empieza su viaje, lento al principio pero cada vez más rápido. Y yo me dejo llevar, me dejo soñar, me dejo acariciar por el aire que me opone su natural resistencia y que está cargado de partículas de ti, y desciendo con los ojos cerrados porque pienso que no es necesario abrirlos, porque tú estás ahí, y tú me ves volando, consciente de que he saltado.
Abro los ojos y de repente te veo con los tuyos llenos de diminutos cristales rotos en estado líquido, y creo que es de emoción. Entonces veo como intentas levantar los brazos para recogerme, pero no responden, no se separan de tu cuerpo, a veces da la sensación de que por fin adoptan la posición que te permitirá recogerme, pero en seguida vuelven a pegarse al cuerpo con una fuerza brutal, tan brutal que la oigo, como si otros brazos más fuertes que los tuyos te impidieran hacer lo que querías hacer. Y sigo cayendo, y ya no me puedo agarrar a nada, y sé que ya es muy difícil que me puedas recoger, pero siempre veo la esperanza en el más mínimo rayo de luz de tus ojos. Empiezo a oír tu lamento, y un lo siento que vaticina lo peor. No sabes qué te pasa, no sabes cómo de repente te has quedado sin fuerzas. Me intentas tranquilizar diciéndome que todavía no desespere, que necesitas encontrar la fuerza en ti otra vez. Y yo poco a poco voy perdiendo la esperanza, porque sé que es una fuerza que una vez perdida es muy difícil volver a encontrarla. Mi colisión es inevitable y estoy a punto de estrellarme, sálvame.
...
Y al contrario del final de las películas, me estrello contra el suelo. Porque no me has recogido. Porque tus brazos ahora abrazan a otro. Mi corazón estalla en mil pedazos, y todos los trozos quedan esparcidos por el suelo. Quieres ayudarme a recuperarme del golpe y en mi aturdimiento me dejo tocar. Pero me doy cuenta de que ahora siento tu tacto frío, que incluso me produce rechazo. No puedo creerme que me haya caído de tan alto, no puedo creerme que me haya estampado de morros contra el suelo. Yo siempre tan cuidadoso, yo que nunca doy un paso sin tener claro que voy a poder dar otro más.
Ahora no, pero quizá con el tiempo me dé cuenta de que era lo mejor. A pesar de todo siempre he tenido suerte en la vida, siempre he tenido un ángel de la guarda que ha velado por mí. Recojo poco a poco los infinitos trozos de mi corazón y empiezo a pegarlos, y cuando los haya pegado, lo puliré hasta dejar las marcas apenas visibles. Te perdonaré porque soy incapaz de guardar rencor, una de esas virtudes tan menospreciadas pero de tanto valor. Te deseo lo mejor, te deseo que encuentres tu camino. Aunque sea sin mí. Buena suerte. Y sabes que siempre seré tu ángel.