viernes, 30 de enero de 2009

Son los ojos

Son los ojos, siempre los ojos. Dos bolas sin consistencia suficiente, de deslizamiento perfecto, de blanco nuclear y manchas de colores. Que miran y se clavan dentro de ti. No puedes escapar, te atrapan en un brillo invisible que te rodea hasta asfixiar el alma y dejar sin aliento la razón. Que buscan en el infinito y no encuentran fin. Te persiguen sin apenas moverse, enfocando con precisión y deshaciendo tus defensas. Azules, verdes o marrones, o la mezcla de todos y ninguno cuando son negros. Que reflejan lo mejor y lo peor de ti y se quedan con la imagen dentro sin poder tocarla. Que dejan escapar lágrimas a borbotones o con cuentagotas. Que expresan miedo y valentía, alegría y desolación, o lo peor, indiferencia. Que en su imperfección son perfectos y que no necesitan nada, sólo un agujero que se abre y se cierra, mecanismo sencillo de una maquinaria imperfeccionable. Dame tus ojos, quiero hacerlos míos para ver lo que tu ves. Dame la luz que se refleja en esa paleta imposible de colores.
Son los ojos, siempre los ojos.

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